“Permanece fiel a la doctrina que aprendiste y de la que
estás plenamente convencido: tú sabes de quiénes la has recibido. Recuerda que
desde la niñez conoces las Sagradas Escrituras: ellas pueden darte la sabiduría
que conduce a la salvación, mediante la fe en Cristo Jesús. Toda la Escritura
está inspirada por Dios, y es útil para enseñar y para argüir, para corregir y
para educar en la justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto y esté
preparado para hacer siempre el bien” (II Tm 3,14-17).
Durante todo el mes de Setiembre, la Iglesia celebra el mes
de la Biblia. La intención es que durante este mes, en todas las comunidades
cristianas, se desarrollen algunas actividades que nos permitan acercarnos
mejor y con más provecho a la Palabra de Dios.
Propuestas para escuchar la Palabra
- La lectura diaria de los textos bíblicos litúrgicos es una
excelente ayuda para profundizar en la Palabra de Dios. De esta manera nos
unimos a toda la Iglesia que ora al Padre meditando los mismos textos. También nos
acostumbramos a una lectura continuada de la Biblia, donde los textos están
relacionados y lo que leemos hoy se continúa con lo de mañana. La lectura
diaria de los textos (para lo cual Liturgia Cotidiana es una excelente
herramienta) constituye una "puerta segura" para escuchar a Dios que
nos habla en la Biblia.
- ¿Has leído alguna vez un evangelio entero "de
corrido"? Es muy interesante descubrir la trama de la vida de Jesús
escrita por cada evangelista. Muchos detalles y relaciones entre los textos que
cada evangelista utiliza quedan al descubierto cuando uno hace una lectura
continuada. Este mes es propicio para ofrecerle a Dios este esfuerzo. Te
recomendamos la lectura del evangelio de Marcos. No es muy largo, en unas horas
se puede leer. Al ser el primero de los sinópticos, los otros (Mateo y Lucas)
lo siguen en el esquema general. Por lo tanto es una muy buena "puerta de
entrada" al mensaje de Jesús.
- Otra posibilidad para poner en práctica este mes (y tal
vez iniciar un hábito necesario y constructivo) es la oración con los salmos.
Los mismos recogen la oración del pueblo de dios a lo largo de casi mil años de
caminata del pueblo de Israel. Nos acercan la voz del pueblo que ora con fe, y
la palabra de Dios, que nos señala esta manera de orar para acercarnos y
escuchar sus enseñanzas. En los salmos podemos encontrar una inmensa fuente de
inspiración para la oración. Hay salmos que nos hablan de la alegría, de las
dificultades y conflictos, de la esperanza, del abatimiento, del dolor, de la
liberación y la justicia, de la creación, de la misma Palabra de Dios (salmo
118, el más largo de todos). Aprender a rezar con los Salmos es una
"puerta siempre abierta" para el encuentro con el Dios de la Vida.
- La lectura orante de la Palabra, realizada en comunidad,
nos pone en sintonía con la voluntad de Dios. Es un ejercicio clave para el
crecimiento en la fe. La fuerza de la comunidad nos alienta para encontrar en
los textos la fuerza del Espíritu. Todos aprendemos juntos y nos enriquecemos
con el aporte de cada uno. Existen muchos métodos de lectura orante.
Simplificando al máximo podemos decir que los siguientes cuatro pasos son los
más comunes:
La lectura orante siempre desemboca en un desafío para
vivir. La Palabra de Dios nos desafía a seguir los pasos de Jesús y cambiar
nuestra vida.
La lectura orante, practicada en comunidad, es una
"puerta-espejo" que nos interpela y nos ayuda a discernir cómo vivir
y practicar su Palabra en nuestros días.
¿Por qué celebramos en Septiembre el Mes de la Biblia?
Porque en un día 26 de Septiembre de 1569, se termina de
imprimir totalmente la Biblia en español llamada “Biblia del Oso”. Fue
traducida por Casiodoro de Reina. En esa oportunidad salieron 260 ejemplares en
Basilea, Suiza. De ese acontecimiento hace ya 434 años. La tapa esta Biblia
tiene un oso comiendo miel desde un panal, por esa razón se le llama “Biblia
del oso”.
"Tampoco faltan rebrotes peligrosos de fideísmo, que no
acepta la importancia del conocimiento racional y de la reflexión filosófica
para la inteligencia de la fe y, más aún, para la posibilidad misma de creer en
Dios. Una expresión de esta tendencia fideísta difundida hoy es el « biblicismo
», que tiende a hacer de la lectura de la Sagrada Escritura o de su exégesis el
único punto de referencia para la verdad. Sucede así que se identifica la
palabra de Dios solamente con la Sagrada Escritura, vaciando así de sentido la
doctrina de la Iglesia confirmada expresamente por el Concilio Ecuménico
Vaticano II.
La Constitución Dei Verbum, después de recordar que la
palabra de Dios está presente tanto en los textos sagrados como en la
Tradición, afirma claramente: « La Tradición y la Escritura constituyen el
depósito sagrado de la palabra de Dios, confiado a la Iglesia. Fiel a dicho
depósito, el pueblo cristiano entero, unido a sus pastores, persevera siempre
en la doctrina apostólica ». La Sagrada Escritura, por tanto, no es solamente
punto de referencia para la Iglesia. En efecto, la « suprema norma de su fe »
proviene de la unidad que el Espíritu ha puesto entre la Sagrada Tradición, la
Sagrada Escritura y el Magisterio de la Iglesia en una reciprocidad tal que los
tres no pueden subsistir de forma independiente.
No hay que infravalorar, además, el peligro de la aplicación
de una sola metodología para llegar a la verdad de la Sagrada Escritura,
olvidando la necesidad de una exégesis más amplia que permita comprender, junto
con toda la Iglesia, el sentido pleno de los textos. Cuantos se dedican al
estudio de las Sagradas Escrituras deben tener siempre presente que las
diversas metodologías hermenéuticas se apoyan en una determinada concepción
filosófica. Por ello, es preciso analizarla con discernimiento antes de aplicarla
a los textos sagrados.
Para los católicos setiembre es el mes de la Biblia porque
el 30 de septiembre es el día de San Jerónimo, el hombre que dedicó su vida al
estudio y a la traducción de la Biblia al latín. Naciò en Dalmacia, cerca del
año 340 y muriò en Belén el 30 de septiembre de 420. San Jerónimo tradujo la
Biblia del griego y el hebreo al latín.La traducción al latín de la Biblia
hecha por San Jerónimo, llamada laVulgata (de vulgata editio, 'edición para el
pueblo'), ha sido hasta la promulgación de la Neovulgata en 1979, el texto bíblico
oficial de la Iglesia católica romana.
“Pero tengan presente, ante todo, que nadie puede
interpretar por cuenta propia una profecía de la Escritura. Porque ninguna
profecía ha sido anunciada por voluntad humana, sino que los hombres han
hablado de parte de Dios, impulsados por el Espíritu Santo” (II Pe 1,20-21).
El Magisterio de la Iglesia
"El oficio de interpretar auténticamente la palabra de
Dios, oral o escrita, ha sido encomendado sólo al Magisterio vivo de la
Iglesia, el cual lo ejercita en nombre de Jesucristo" (DV 10), es decir, a
los obispos en comunión con el sucesor de Pedro, el obispo de Roma. "El
Magisterio no está por encima de la palabra de Dios, sino a su servicio, para
enseñar puramente lo transmitido, pues por mandato divino y con la asistencia
del Espíritu Santo, lo escucha devotamente, lo custodia celosamente, lo explica
fielmente; y de este único depósito de la fe saca todo lo que propone como
revelado por Dios para ser creído" (DV 10). Los fieles, recordando la
palabra de Cristo a sus Apóstoles: "El que a vosotros escucha a mí me
escucha" (Lc 10,16; cf. LG 20), reciben con docilidad las enseñanzas y
directrices que sus pastores les dan de diferentes formas. (NCI 85-87).
«La santa Tradición, la sagrada Escritura y el Magisterio de
la Iglesia, según el plan prudente de Dios, están unidos y ligados, de modo que
ninguno puede subsistir sin los otros; los tres, cada uno según su carácter, y
bajo la acción del único Espíritu Santo, contribuyen eficazmente a la salvación
de las almas» (DV 10,3).
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